miércoles, 12 de septiembre de 2012

CUANDO ORAMOS DIOS NOS ESCUCHA Y CUANDO MEDITAMOS NOSOTROS LO ESCUCHAMOS A ÈL.



La meditación es el punto final de una etapa y el comienzo de otra. La etapa del despertar espiritual se da cuando nuestra alma nos empuja a buscar lo que no hemos encontrado a través de lo material: La felicidad, la paz y el amor.

Esta búsqueda nos abre a Los Ángeles, quienes nos mostrarán los pesados costales con lo
s cuales venimos cargando y nos enseñarán a limpiarlos con amor para poder liberarnos.

•El perdón es un plumero de luz que limpia el costal del pasado.
•El poder de elección nos llevará a renovar el costal de las falsas creencias.
•Nuestra conciencia divina abre el costal de la mente que entrega el ego y la mala intención para elevarse al amor.
•La verdad limpia nuestros anteojos y nos permite ver nuestras creaciones en el costal de la realidad.
•La oración en el costal del silencio, nos abre a la comunicación con Dios.
•Y la meditación abre el costal del merecimiento permitiéndonos escuchar la verdad, la que proviene de Dios y no del hombre.

Con esta maravillosa limpieza, termina una etapa en la cual reconocemos nuestro espíritu, nuestra guía y recibimos las herramientas básicas para empezar a transformar nuestras vidas.

Es entonces que comienza otra etapa en la cual a través de la meditación estaremos en conexión divina todo el tiempo. Porque la meditación no es para aquietarnos una hora y el resto del día dejarnos dominar por nuestras emociones, por el ego, el rencor, la mala intención o por el veneno que los demás nos transfieran.

Practica la oración diariamente hasta que se convierta en un hábito.

Al levantarte ofrece tu día:
“Buenos días Padre, entrego mi día a tus creaciones de luz, amor, felicidad, prosperidad, salud, energía, protección, belleza y armonía. Así sea.”

Meditar y Orar son dos cosas totalmente diferentes aunque igualmente importantes. 

ORAR es hablar con Dios, MEDITAR es escucharlo
Meditar es permitir que los pensamientos pasen hasta que disminuyan su velocidad y nuestra atención se centre en nuestra respiración, en nuestros músculos, en el latido de nuestro corazón, en la vida que hay dentro de nuestro cuerpo.

Dentro de esa paz y quietud es que comenzaremos a abrir nuestro canal de comunicación con Dios porque no estaremos orando, estaremos de oyentes y poco a poco con paciencia y constancia, las respuestas comenzarán a fluir a través de la elevación de nuestra energía, de la armonía o progreso en el trabajo, de mejores relaciones familiares, o de formas más directas: Un anuncio, un libro, un amigo, un cartel, una canción, un programa de televisión.

Los Arcángeles nos guían y acompañan en todo momento, invoquémoslos constantemente, a ellos les encanta que les pidamos apoyo.

Así, día con día llega un momento en que la oración y la meditación van tan de la mano que se convierten en una charla con Dios.

Laura Gutiérrez

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